Dejarse llevar
Dejarse
llevar,
acunar el
rostro en la sombra de tu rostro
que
dibuja en las paredes yermas
rotas
en el espacio de tu ausencia
el
hambre de tus labios y su dolor.
Olvidar
el ruido de la impaciencia
arañando
los cristales de ese mañana
siempre
por descubrir, siempre por renacer.
Y en
ese tiempo perdido a la inocencia
en unas
caricias encadenadas
al
olvido de un no pudo ser,
dejar
el alma entre la nada dormida
y en un
instante de algún absurdo todavía
dormir
en las sombras de mi almohada
y entre
un sueño oscuro al fin desaparecer.
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