Sombra nocturna




 

Sombra nocturna

 

Tras la sombra

de un cuento aún no contado

pero inconfesable por el sin sentido

de una palabra malherida

en el vaivén de un silencio consentido.

Tras tu sombra,

sueño en una noche inacabada

por un suspiro que palpita

en un rumor de cárceles de sábanas

por cuerpos de un sudor enmohecido.

Tras mi sombra,

encerrada en mundos adormecidos

esperando un verso desconocido

de nombre de mujer sin carne ni forma

que dé a una vida algún sentido.

 

 

Paraíso






Paraíso

 

Vuelvo a mis paraísos de estrellas

donde tu cuerpo no se disfraza de sueño,

sueño de mis sueños,

ni tu voz rompe el latido de mis versos

por un amor hecho carne de poemas.

Ahí, mujer de papel creada

en el perfil hambriento de mi alma

iluminas la flor del  aire, y el alba,

y haces iluminarse cada mañana

la luz de la caricia de los  besos.

Vuelvo a mi noche, espejo de luz inquieta,

allí donde no me habite el acaso

de un amor de vías paralelas

en la estación del absurdo desengaño.

Vuelvo a mi cielo. En él tú me esperas.




 

Besos de arena




Besos de arena

 

En el vientre de tu melancolía nace la noche

aniquilando de hambre los sueños.

Todo es ya fatal por lo tenue.

Tu sombra se enreda entre los infiernos

que amenazan  el eco de tu nombre.

El viento calla y todo lo envuelve

en interrogantes que sólo el corazón entiende.

Todo es fugaz. Los recuerdos mueren.

Las olas besan un frío mar que encierra

el sabor de tus besos en esta fría arena

que en los labios de tus mareas desfallecen

en un río de mar con sabor de muerte.

Todo es fugaz. Fatal por lo tenue.

 

 

 

 

 

 

Poderte recordar





Poderte recordar

 

Te vas,

y hay una triste lágrima

que una vez quiso ser viento

para poder naufragar.

Te vas,

y la calle se hace espiral

de remolinos de recuerdos

donde se pueda olvidar

que una vez fui niño, y cielo,

y estrella donde poderte encontrar.

Te vas,

y yo por este camino incierto

de refugiarme entre estos versos

donde, entre el oscuro de los besos,
 
 poderte recordar.

 

 

Fui niño




Fui niño

 

Fue un país de mariposas

de colores que atrapaban la esperanza.

Fui niño. Quizá soñaba.

 

Abracé manos desconocidas

que no temblaban en las sombras.

Dibujé nombres. Tú no estabas.

 

Fue un país  de mariposas

de alas de espuma de esperanza.

Una vez fui niño. No sé. Quizá soñaba.

 

Creación de espejos




 

 

Creación de espejos

 

 

Atado a un sueño

fragmentariamente falso

por lo creado.

Esculpido entre el cristal

y su espejo,

roto en la inútil fragilidad

de morir en un tú creado,

revivo cada instante en ese cuadro,

siempre inacabado,

siempre por recomenzar.

Sólo queda tu nombre,

sin carne, sin voz,

sin forma, todo vacío en ese fantasma

de las noches sin estrellas

en un negro lienzo  por dibujar.

 

Este silencio




Este silencio

 

Este silencio,

este silencio

que es lo único que tenemos,

lo único que nos une y nos atrapa

sollozando entre nuestro miedo.

Este encerrar los ojos en algún lugar

que nos proteja del recuerdo,

de aquello que pudo ser

y que murió hambriento de tus besos.

Y vuelta a sumar

las cenizas de un castillo de sueños

en este reloj ciego que olvidó sumar

los segundos que llevaban a tu cuerpo.

Todo es inerte, fugaz.

Sólo nos queda ya este silencio.

 Sólo este silencio, y unos ojos muertos.

 

 

 

 

 

Fue un pequeño sueño





Fue un pequeño sueño

 

Fue un pequeño sueño.

Apena cabía en un vaivén de una hoja malherida

por un viento inalcanzable.

Era apenas una palabra, un instante,

un verso abandonado de su rima

y de un te quiero cautivo y cobarde.

Fue sólo un pequeño sueño.

Después, otra vez,  se oyó llorar al viento.

Calles de sombra





 

 

Calles de sombra

 

Llevo tras mi sombra gritos apagados

llorando la memoria entre calles perdidas

que olvidaron su nombre en el espacio

que da un segundo a la melancolía.

Arrastro el alma por el aire del asfalto

que me aleja del enigma de tus pasos.

Apenas llevo entre la lluvia de mis manos

la ultima lágrima de uno de tus besos

cuando cuento como un pájaro disecado

cada uno de nuestros perdidos sueños.

Llevo mi sombra entre tu sombra herida.

Suenan los pasos. Las calles están perdidas.

 

 

 

Trenes de vías muertas




Trenes de vías muertas

 

El l tren recorre vías muertas

mientras los pasajeros sueñan

que fueron niños en horizontes perfumados.

El horizonte se hace línea

y se difumina en soles descarnados

tras la niebla de las ventanas

cuando el tiempo juega con fantasmas

(vapor de humo en la mirada)

de un pasado en una estación de espera.

El tren recorre vías muertas.


Los pasajeros lloran..., y sueñan.



 
 
 

Dejarse






Dejarse
 

Dejemos que el cristal
que nos envuelve en jirones de aire
cuando añoramos azucenas
que nos miraban ávidas de amarte,
enturbie nuestros miedos.
Así, abandonados de toda ignorancia
de saber contar segundos amortajados
en historias que nunca nos nombraban,
soñaremos ángeles caídos
desvanecidos en el paraíso de la tristeza,
que nos lleven al fondo de nuestras quimeras
bañadas en el hambre de mis sueños
y la nostalgia de tu nombre inquieto


Respirar




 

Respirar

 

Respirar,

inhalar el aire que no tenemos,

el que nos ahoga en este silencio

que nos lleva a ese turbio deseo  

de acaso no haber nacido.

en estos versos sin sentido.

 

Respirar,

romper este aire que nos separa

dibujando sombras en las calles.

Y , al fin, en una brisa amarga

sorber la vida en tan solo un instante

y llenar de vacío nuestra esperanza.

 

Respirar,

y en ese vacío de un silencio cobarde

del puerto de las mareas inacabadas,

romper tu nombre, dormir las palabras,

y dejar el aire que me lleve más lejos

de donde hiere la sombra del recuerdo

Enredo






 

Enredo

 

Es esta maldita nostalgia,

y su abrazo,

 el de aquellos besos no dados,

la que me hace buscarte

envuelto en el pañuelo anudado

a los anhelos del pasado,

desde el profundo de mi alma

hasta el abismo de  tu mar

 

 

Entre el amor y la melancolía





  

Entre el amor y la melancolía

 

 

Aún no habéis nacido;

no sois carne, ni sueño,

ni sombra de la estela del recuerdo

hambrienta de no haber vivido,

y ya palpitan vuestros versos.

 

Y hay un no sé qué

que resbala entre los dedos,

hacedores de sombras de sueños,

alzándose desde el mundo de los sueños,

allí donde lloran de amor los besos.

 

Aún no habéis nacido,

poemas de un lector desconocido,

y ya casi tocáis mi cielo:

líneas perdidas entre un amor perdido

por un cielo roto y desconocido.

 

 

 

 

Inviernos De Laura










Inviernos De Laura

 

Camino entre el camino del recuerdo

donde afloran entre el calor del invierno

las flores de nuestros versos.

Y aunque no recuerdo

el perfil de tu memoria en mi rostro,

compartimos en el sueño de nuestros ojos

escarcha de amor, rocío de sentimiento.

Vuelo a resbalar en el azul del hielo

en imágenes perdidas en el tiempo.

Todo se desvanece. Es casi invierno.

Sólo queda el escalofrío de algún verso.

 

Mañana





Mañana

 

 

Mañana, 

será mañana,

en un día de hojas caídas

y viento en celo,

cuando de la memoria  el eco,

repita un baile de sílabas vacías por malditas.

Así,  el alma, al fin vacía

de toda esperanza, del vano intento

de soñar labios  disfrazados sin cuerpo,

descansará en el vacío de la eternidad perdida.


 

Me dijiste adiós


 

Me dijiste adiós

 

 

Me dijiste adiós.

Anduve tras las sombras del recuerdo

como errante maldito por dioses inventados

en el perfil de noches bañadas por el miedo

cuando la soledad  emerge en surtidores de sueño.

Lloraba el cielo recordando

cuando fue suelo y no dolían los besos,

los que nunca nos abrazaron.

No dije nada.

Apenas un remolino de aire de palabras

se encogió en un camino indefinido

por el dolor y el mudo escalofrío.

No te dije nada. ¿Qué podía haber dicho?

Tú marchaste tras mi silencio.

Yo , tras las calles del olvido.

 

Postura



 

Postura

 

 

Mi mano perdida en la mesa

en la que, por olvidarte, te escribo.

(Los ojos se pierden en un aire indiferente

a la memoria y al olvido.)

Sumo azucenas de versos y suspiros

en esta tarde de versos malheridos

por el alud de tu sombra y el cansancio.

Los besos que no nos dimos,

el amor entre el vacío abandonado,

callan en poemas hambrientos de haber nacido,

en el vientre de tu ausencia asesinados.

Mi mano sigue perdida en mi mesa.

No puedo olvidarte. Por eso te escribo

 

El lobo y la luna



El lobo y la luna

 
 

,Quería comenzar esta mañana con un cuento que me gustaba mucho. Tengo que confesaros que  no sé contar cuentos que no me gusten: me aburre viajar por historias que no despiertan el brillo de mis ojos . En concreto este trataba de una mariposa y de cómo descubrió el misterio del fuego.  Era  en verdad un cuento que me parecía muy hermoso  y pensé que os gustaría, pero, siempre hay un pero que se esconde tras las sombras , mis amigos, que comparten mi interés  por los cuentos, me han recomendado que buscara otro porque –me  decían- ,este era un cuento muy difícil de  entender. Y yo que últimamente soy muy obediente y hago caso de lo que me dicen mis amigos, abandoné mi cuento en mi maleta de trapo y busqué otro cuento en otros libros que escribieran líneas más sencillas que yo no sé dibujar  .El hecho es que al poco lo encontré y os lo traigo aquí para contároslo. Digo esto porque este cuento que he buscado , al contrario del anterior,  es muy triste, pero yo ya os he advertido: no tengo culpa alguna en eso. Se hace muy costoso dar explicaciones a los mayores que olvidaron hace mucho tiempo ser niños

            

            Muy lejos de aquí, había  un pueblecito  que soportaba un invierno muy duro. Tan duro que ni los más viejos del lugar se acordaban de otro tan frío como el de ese año, según decían los abuelitos del pueblo a quienes siempre he escuchado con mucha atención. El caso es que el paisaje se había cubierto de nieve y nadie salía a la calle permaneciendo en sus casas esperando que el tiempo mejorase. Incluso  los animales se habían refugiado en sus cuevas esperando una temperatura más agradable.

 

            Sólo un animal recorría aquellos campos helados. Se trataba de un lobo herido que desfallecía de hambre. Era un lobo de muchos años y de muchas noches aullando a su amiga la luna. Su herida le impedía su ejercicio habitual de la caza  y el hambre y la fatiga estaban a punto de acabar con su vida. Y aunque no  tenía miedo, ya se sabe, ningún lobo aun estando herido tiene miedo a una manada de corderos, iba arrastrándose por la nieve contando las horas que le bastaban para morir. De pronto, sin embargo, llegó por casualidad cerca de una granja y observó atento  como uno de los perros que allí habitaban se acercó hacia él.

 
El perro se aproximó con cara de muy pocos amigos, pero  al verle tan abatido tuvo compasión de él y le pregunto, cariñoso , qué le pasaba. El lobo, con los ojos cansados, le contó sus desventuras y el perro, que le escuchaba con  la compasión que vive en los  ojos brillantes le ofreció la solución:

           
-Vente conmigo- le dijo. Mi amo es muy atento con los animales. Tendrás todos los días comida buena y abundante, lugar cálido donde pasar el frío, agua fresca donde beber, ratos para jugar  con otros animales y el trabajo es fácil. Tus problemas se han acabado. Seguro que mi amo te aceptará como uno más de entre nosotros-  le aseguró.

 
            El lobo no salía de su asombro. De verdad parecía que sus problemas se habían resuelto. Al fin su suerte había cambiado. Iba a contestarle afirmativamente cuando algo llamó poderosamente su atención:
 

-          ¿ Qué es eso que llevas en el cuello?- le  preguntó.

 
-          Es un collar- le respondió el  perro. El amo nos lo pone para llevarnos atados a los sitios cuando salimos de la granja.

 
El lobo sintió como una lágrima resbalaba por su cara y silenciosamente bajó los ojos.

 
Y cuentan las estrellas en las noches de frío invierno cuando sueñan allí donde los cometas murieron  en el resplandor de su propia luz, que a la noche  siguiente vieron llorar a la luna cuando esta descubrió en mitad de un lejano campo cubierto  por la nieve el cadáver de un lobo que murió de  pena, de frío y de hambre.

 
            A mí no me contaron más que esto  que os cuento, pero si alguno tiene curiosidad por algún detalle del lobo y de la última noche que miró a la luna, podéis  preguntarle a ella  a la que sí  se lo contaron los ecos del viento que silbaban  tristes por su pueblo.

 

           

 

Misterio de luna llena





Misterio de luna llena


 

 

El camino serpenteaba en aquella noche de luna llena. Divisó a lo lejos una pequeña luz y pensó que quizá fuera de alguna casa de campo perdida entre aquel paisaje desierto donde hacía mil años que no se había visto a ningún ser vivo.

 
Se acercó a aquella casa. Era un viejo caserón que helaba el corazón  con sólo verlo. A la entrada se leía en un papel clavado en la puerta: “ Viajero: no entres en esta casa maldita. Aquí habita el mayor y el más peligroso de los fantasmas. Viajero, huye de esta casa ahora que aún puedes..”

 
 Cuando terminó de leerlo no pudo evitar sonreír. Leyendas de fantasmas... Qué ignorancia... Observó que la puerta estaba abierta. Entró decidido y tras dar algunos gritos preguntando si había alguien se dio cuenta de que la casa estaba deshabitada. ¡Qué suerte!.- pensó. Así podré descansar tranquilo. Se dirigió con calma hacia un sillón cómodo y grande y  se sentó en él.
 

No acababa de sentarse cuando la casa se quedó de pronto a oscuras y de repente una sombra se vislumbró entre la poca luz de la luna que entraba por una de las ventanas. Aquella sombra se dirigió a nuestro protagonista susurrando algunas inciertas  palabras que le hicieron palidecer y sentir un miedo como jamás nunca había sentido.  Al pronto en un espejo de la habitación se hizo la luz y apareció en él el reflejo de sus más ocultas interioridades. Miró y se reconoció: aquella envidia, aquellos rencores, aquellos celos, aquella insatisfacción de su propia vida era su propio ser. Por primera vez sintió  vergüenza y un cansancio infinito se apoderó de sí mismo.

 
Sin embargo algo le hizo reaccionar. ¿ Quien era aquel que entre las sombras se había atrevido a mostrarle su más profunda y miserable  intimidad?  ¿ Quien era ¿  Se  levantó de un salto y, asustado pero decidido se dirigió hacia aquella sombra. La cogió tembloroso de un brazo y la giró contra sí. Su cara se puso lívida. El horror y la sorpresa se dibujaron en su blanca cara. A través de la poca luz que disponía aquel  cuarto reconoció aquel rostro  fantasmal y oscuro. Era su propia cara, era él mismo su propio fantasma, eran sus propias oscuridades y envidias  quienes le acosaban.

 
Salió corriendo de aquella casa y se perdió  entre el paisaje cómplice..

 
           Y cuentan las leyendas en las noches de luna llena que aquel hombre abandonó la envidia y sus rencores en aquella casa maldita y aprendió a buscar la felicidad en su  propia vida y alegrarse de  la felicidad de los demás.
 

 

 

 

Un cometa con corazón





Un cometa con corazón

 
 

            Había perdido la cuenta de las veces que había pasado por allí. No obstante volvió a recorrer con la vista los paisajes que tenía ante sí. No había duda, no estaba equivocado. Era el mismo lugar por el que tantas veces había viajado sin que nada hubiera hecho iluminar la mirada de este cansado cometa.
 

            Observó el acontecimiento: una estrella nueva tiritaba en el horizonte más allá de la puerta de Tanhauser. Es verdad que el cometa había visto nacer y morir millones de estrellas, pero aquella era especial. Nada más verla este cometa que poseía unos ojos capaces de penetrar más allá del resplandor ciego y clavarse en la luz hecha sueño, supo que esa estrella era especial. Aquel resplandor tan especial no podía equivocarle. Y aunque tenía la boca llena de alas de mariposas muertas y ojos empapados en esa tristeza que se arremolina en vientos de fracaso, no pudo evitar sentir de nuevo la llamada de que algo nuevo diera a su viaje un hálito de esperanza que apagase tanta monotonía de cometas grises y de estrellas de brillos iguales y de esperanzas despuntadas.
 

            Así que volvió a romper su camino de tantas horas desgastadas y se dirigió hacia aquel horizonte. Notó que su corazón temblaba y sintió una sensación extraña de alegría y de temor. Vida y muerte, esperanza y fracaso se arremolinaban en sus recuerdos que hoy eran futuro. Pero aquel cometa de ojos tristes poseía un corazón de ternura inagotable , así que a pesar de tantos recuerdos atados a la desesperanza, no lo dudó ni un momento: debía ir porque la vida sólo llama y espera a quien la sabe y la espera.

 
            Enseguida oyó los coros repetidos de cuantos cometas que presumían poseer la sabiduría que proporcionan los años y la experiencia , advirtiéndole de su osadía. Emplearon cuantas razones razonaban, viejos cánticos de rendición y miseria, a fin de indicarle a nuestro cometa los peligros que le acechaban en tamaña decisión de romper el camino marcado por las leyes infinitas del espacio. ¿Acaso no sabía por propia experiencia ese cometa atrevido los males que siempre le había ocasionado el alterar el orden tan sabiamente establecido? ¿ Acaso no era una temeridad que un cometa con su experiencia no supiese que esa arrogancia estaba condenada la fracaso?

 
            No tardó mucho tiempo en ignorar tales consejos. De hecho nunca prestó atención a ninguno que colisionara con su corazón. El horizonte le llamaba y el pasado y su experiencia de otros pasados se perdió entre el vapor de su alada estela. Alzó su sueños y soñó cuanto alcanzan los sueños. Viajó a la velocidad del sentimiento y casi colisionó con una estrella que por hacerse oír se colocó en medio de su camino. Pero nuestro cometa sabía viajar entre el vértigo de la velocidad y la esperanza y pudo evitar el contacto tomando un giro que evitase la envidia.

 
            Al fin llegó. Interrogante, ansioso, con el miedo pegado a su sentido y con la sangre amotinada en el corazón. Cuando la vio supo que no se había equivocado: ¡era tan hermosa! Observó sin embargo algo que le llamó poderosamente la atención: la estrella estaba conversando con otros cometas en animada y vacía conversación y no pareció al pronto que le prestara especial atención. El cometa, algo tímido, con voz temblante se hizo presente. ¿Quién sabe? Quizás la estrella no supiera como iniciar una conversación con un desconocido.

 
- ¡ Buenos días estrella! ¡ Buenos días hermanos cometas!- balbuceó , pues, el cometa.

 
- ¡ Buenos días, hermano cometa!- respondieron los cometas y la estrella al unísono.

 
- Pasaba en mi viaje equinocial y no he podido evitar descubrir esta nueva y hermosa estrella- se atrevió a decir sonrojado el cometa.

 
La estrella le miró con cortesía y el cometa supo que le iba a responder. Incendió sus sentidos y se apresuró a escucharla con devoción. Sin embargo la respuesta de la estrella le llevó a una gran conmoción.

 
- ¿ Qué estrella?- dijo la estrella.

 

El cometa vaciló. No era justamente la falta de firmeza lo que caracterizaba a nuestro cometa, pero: ¿Qué significaba aquélla contestación?. La única posibilidad era, claro está, una respuesta bañada por la modestia. Efectivamente aquella estrella era algo muy especial. Tomó aire y con los ojos vergonzosamente perdidos afirmó:

 
- Me refería a ti.

 
La estrella miró a sus amigos cometas y leyó en ellos la misma incredulidad que nacía de sus ojos. Después mirando a nuestro cometa le respondió:
 

- Debes estar equivocado. Supongo que será el cansancio del viaje, pero es obvio que yo no soy una estrella: soy un cometa de la clase Centauri.

 
El cometa palideció . Su cola de vientos de sueño tembló. Al principio pensó que se trataba de una cruel broma, pero al mirar con sus ojos de esperanza a la estrella supo que no le engañaba. Su corazón pareció pararse un segundo, pero era un corazón acostumbrado a la conquista en épocas de desgarro así que se recompuso rápidamente y se dispuso a continuar aquella lucha por la esperanza.

 
- No puede ser. Tu brillas y no como nosotros los cometas que tenemos un mundo negro como aliado.

 
- Sí, pero eso me sucede porque yo soy de la clase Centauri- replicó con decisión la estrella. Mientras los otros cometas movían la cabeza asintiendo y desautorizando la impertinencia de nuestro cometa.

 
El cometa miró rápidamente en búsqueda de una respuesta a su alrededor. El lugar estaba lleno de cometas que varaban allí su cansancio y su rutina. De pronto se apercibió de algo que con la ansiedad del viaje no se había percatado: no había ninguna estrella en millones de años luz de distancia. De hecho el lugar estaba iluminado tan sólo por la estrella. Mientras se enredaba en esos pensamientos oyó que la estrella continuaba:


- Todo el mundo lo sabe. Desde que nací me lo han explicado todos mis hermanos los cometas de mayor edad y sabiduría. Estás en un error, cometa.¿ De qué mundo extraño vienes?
 

El cometa se armó del coraje que le quedaba y con el último suspiro le imploró:

 
- Pero tú brillas. Tu futuro es iluminar los caminos y la esperanza. Tienes que saberlo: ¡Escucha tu corazón!

 
La estrella le miró desconcertada.

 
-¿Corazón?, ¿Qué es el corazón?

 
Los cometas giraron la cabeza para disimular una sonrisa. ¡Corazón! Qué fantasías en manos de un pobre cometa. ¡Como si importasen esas fantasías! ¡ Pobre cometa infeliz! ¡ Qué lástima de futuro para un cometa tan hábil y capacitado!

 
El cometa bajó los ojos. Sabía que había llegado tarde. El mundo del que huía había llegado antes y había aniquilado aquel corazón que había incendiado el suyo. Y el cometa sabía que nada es posible cuando el corazón ha olvidado palpitar.

 
No dijo nada. Bajó los ojos y agonizando entre el aullido de las lágrimas y el silencio del fracaso continuó su viaje. Nunca volvió a pasar por aquel lugar donde perdió otro trozo de su sensible corazón.

 
Y cuentan las estrellas en las noches del ocaso que una lágrima que se escapó entre los ojos del cometa ardió en un brillo inmortal cerca de la estrella de quien el cometa se prendó a fin de evitar que este pasara por aquel camino donde una estrella murió por no escuchar a su corazón