Tuve que correr cuando en el viento pude oír
que igual que vine habría de
marcharme
A. Vega
A veces, demasiadas veces
A
veces,
cuando el aire se viste de deseo
de mundos que sueñan sueños
y el cielo se estremece tras mis pestañas,
espejos de ojos de sangre y llama,
cuando se estremecen de olvido los recuerdos
cansados de girar perdidos en pensamientos
que cierran las palabras y abren el tesoro de los
versos,
A
veces,
ya
lo sabes , en esas veces,
te echo de menos,
te echo tanto de menos...
Y quisiera volver a tu oído con mis
palabras,
y poner en tus manos mis noches de
infiernos,
y decirte: “me perdí, ¿ no sabes?, y
siento tanto
no haber sabido encontrar el puerto de
tus brazos...”
Estaba tan perdido, tan sólo y perdido
que busqué tu aire como vela de barco hundido
Y a
veces, en esas veces,
te miro de soslayo, casi con
tímido miedo,
y miro tus ojos, y tus palabras, y tu
cuerpo,
con
esos mis ojos que en aquellas noches viajaron
entre
las tormentas negras de los días que murieron
en
segundos que rompían silencios que olvidamos.
Con esos mis ojos que ven lejos...
más
lejos de ti, de tus espejos, más
lejos...
Y
bajo los ojos,
entierro
mis ojos,
te
escondo mis ojos
entre suspiros de secos vientos de desengaños:
Ya
no eres quien eras, la magia se escapó de entre tus manos
cuando
mis dedos dejaron de pintar el camino de tus pasos.
Ya
no eres aquel cielo que se abría entre mil y una estrellas
para
alumbrar la oscura vereda del infierno de mis penas
y abrir el horizonte que te nombraba en mis
ávidos poemas.
Y vuelvo sobre el zigzag de mis pensamientos
arrancando de cuajo otra vez de mis
rotos sueños.
Y te dejo atrás Nada me llama, nada me reclama
para volver al vacío que encuentro en
tu mirada.
Y
comprenderás, aunque ya mis ojos de ti estén tan secos,
que
la desilusión borre la voluntad que te
llama desde lejos.
y
que rompa en el silencio de mi aparente desprecio mis palabras,
incluso las más pequeñas,
hasta las más pequeñas,
las
que sólo sirven para anunciar la presencia de sombras que callan.
Comprenderías,
si tus ojos viesen lejos... más
lejos...
que
nada ya me llama al deseo de tu encuentro,
que
el cansancio maniata el interrogante de la esperanza
y
asesina la voluntad a la que nadie habla, a la que nadie llama.
Comprenderías que estás muriendo,
que en mí estás muriendo,
y resulta tan difícil,
me resulta tan difícil,
vivir sin el beso de algún sueño....
Comprenderías también mis silencios infantiles
donde
te busqué en mundos de paraísos imposibles.
No
puedo encontrarte en el mundo en el que mueres
entre
una agonía de rutina superficial e indiferente.
Nada va quedando de ti en la penumbra
de mis recuerdos,
nada queda de aquellos ojos: ya no
brillan en mis mañanas,
sólo la decepción de recorrer caminos
de brillo de fuegos
sin saber que volvía al mismo sitio del
que me marchaba.
Y
vuelvo la cara cuando noto tu presencia
y
encierro mis palabras bajo llaves de presa.
Aún
me hace daño ver tu sonrisa de cera
y
la verdad del engaño de mis quimeras.
Pero no guardo rencor alguno en mi alma
aunque mis ojos de odio se te
disfrazan.
Aún te guardo el eco del cariño que te
daba
castillo que de mis rencores aún te
salvaguardan.
No
sabes, me escondo tímido y dolorido tras gestos que separan
en
abismos insalvables los mundos que un día nos entrelazaban.
Y me encierro,
y me voy lejos, muy lejos.
más lejos de ti y de tu fracaso, más
lejos.
No quiero ver la verdad de lo que eres,
no quiero más derrotas que me cieguen
la esperanza que perdí entre mis sueños.
Y nada queda,
de ti nada queda,
más allá de un inacabable miedo
a perder para siempre el mundo de mis sueños.
Sólo acaso,
tan
sólo acaso,
una
oscura y angustiosa lágrima
que
muere por el ocaso de mis sueños.
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