Adiós


 


Adiós

 

Adiós.

Las mañanas fueron noches

donde no pude oír tu voz.

                … Las sombras jugaban a las ideas perdidas

                mientras las luces atrapaban pesadillas…

Adiós.

Me voy con mi maleta de sueños perdidos

entre  besos de aire y aire de suspiros.

                …Tu nombre se desvanece y muere

                entre un verso  frágil y tenue.

La tarde se llena de versos y sombras.

Todo se va muriendo. Es nuestra hora.
 
 Adiós

 

 

 

 

Camino de vuelta





 

            Camino de vuelta

 

La vista serpentea la calle solitaria mientras la lluvia agudiza el sabor de las lágrimas en la noche. Nada tiene sentido. Ni los besos que apuramos como ciegos ante el alba, ni las palabras de amor con las que bebimos el amanecer de cada uno de nuestros mañanas, ni este paseo estrangulado por los recuerdos, por nuestros recuerdos.

Las horas se empujaban en un baile perdido entre la distancia. Todo me recordaba a un ayer perdido en ese juego de espejismo al que llamamos vida. En ese compás absurdo los recuerdos asaltaban las esquinas de las calles y los bordes de las aceras susurraban canciones de amor imposibles a la oscuridad que los pintaba. Elevé la vista por un momento. Quizá absurdamente, quizás por un instinto asesinado ensayé buscar entre mi niebla el azul de un abismo insondable, pero sólo una sonrisa amortajada  respondió al quejido de mi insistencia. Nada restaba para huir. Ni una caricia por dibujar, ni un nombre que diera sentido al resto de mis nombres, ni un sonido que acallara este silencio inacabable. Nada.

Sin embargo, algo removió la última gota de sangre capaz de amotinar las autopistas del deseo. La angustia de la nada, el hedor del vacío en la mochila dejo paso al imparable poder de la ruina del dolor, del espasmo final del sufrimiento. Todo era mío: la noche, el dolor, el ocaso del deseo, el moribundo frenesí de un final implacable. Nada, pues, podía herirte, nada podría ya abandonarte dejándo el alma rota entre los dedos. El dolor eras tú, el hambre del vacío eras tú, la nada eras tú. Y nada era más impenetrable e infinito que la nada.

 Bajé de nuevo los ojos a la oscuridad del camino. Allí estaba mi reino mi alma. El resto quedaba fuera, en una luz de neones fluorescentes. El silencio me sonrió. Le devolví melancólico la sonrisa. Más allá brillaba el abismo de los versos y sus poemas.

 

 

 

 

Estoy bien






Estoy bien

 

Estoy bien.

Mis ojos hambrientos de oscuridad

descansan en el imposible y su desgana.

Nadie y nada me reclama.

El aire se envuelve en silencio y calla

en el jeroglífico de las palabras.

Todo  es paz. Todo va bien.


 

Pesadilla azul de nombre




Pesadilla  azul de nombre

 

Llevo la noche en los ojos

atravesando pasajes envueltos en sueños

cuando las sombras se arriman a las paredes

que dibujan pesadillas atravesadas en tu nombre.

Vuelvo hacia ti la mirada que envuelve

ecos de tiempos aún no vividos en ese cielo

que envidiaba en  silencio los mustios soles

ante el destello impar y fragmentado de tus labios.

Llevo mis noches en tus ojos.

Hambriento, consumo  avaro mis pesadillas

con la avidez que germina en la cruel osadía

de no arrancarme de mis labios la espina  de tu nombre.